martes, 23 de abril de 2013

No lo hago a propósito... bueno, he de admitir que más de alguna vez me apeteces y conscientemente te busco, en mi mente, ahí siempre me estas esperando, con ansias de que me desvíe de esta realidad..

A veces no es suficiente, a veces necesito escribirlo (ya ves, que nunca verás), como acaricia la pluma el papel, -suave- como cuando la yema de tus dedos recorren mi piel;
la tinta que graba el papel como los arañazos de tu espalda, que, ni buscas, ni ves, pero te los hago cada anochecer.
Allí estás como siempre, entre mis piernas; en mi espalda, rodeando mi espalda; en mi nuca,

escultor de mis curvas,

tu obra de arte:     mi sonrisa

y

de musa:               mi cintura.

Ya me cansaré, que no me cansaría si tú a mi también me quisieras ver (y no fueras sólo mi autodefensa), mis ganas de respirar, qué respirar si me dejas sin aliento, mientras el tuyo humedece mi cuello...
...tus manos, -rozando-, -lento-, mi camisa desabrochada al nivel de tu sonrisa, entre tus sábanas, donde ya no vuelas en mi olor, (olvidemos) ahora voy a crear un nuevo sabor. Tengo mucho más escrito pero no quiero ir al infierno y seguro que prefieres seguir tú mismo este cuento..










jueves, 4 de abril de 2013

I

Aquellos recuerdos cálidos.
Aquel confortable paraíso mental en el que me refugiaba.
Todo aquello que vivía en el plano negro que oculta la realidad cuando cierro los ojos.
Entreabrirlos, descubrir mi piel calada; el morbo de los susurros callado por la lluvia de la ducha chocando contra la piel que  al tacto se solía erizar.
Como se cuela el odio disuelto en agua por el desagüe, como se colaban los dedos entre mi pelo.
Observar entre el choque de mis pestañas: mis manos, las que soñaban con sujetar mil nucas mientras nuestros labios se amaban. La mano que buscaba refugio cuando tenía miedo, cuando olía el miedo, la inseguridad.
Tantas fueron las veces que se pasee mis manos por mi cuerpo.
Tantas fueron las veces que sus dedos se entrelazaron por las desgastadas calles de nuestro pueblo. Tan pequeñas ellas, al lado del mundo.
Esas manos que empezaban a tomar un color pálido...
Sin fuerzas siquiera, de poder entrelazarlos como hace minutos el telón de mis parpados había dejado que mi imaginación sintiera.
Aquel placer falso, que se desvanecía como mis lágrimas con las gotas de la ducha, como el tono de mi piel junto a este insufrible presente.








Sin derecho a lamentarme.
Prendí fuego a cada promesa e ilusión en su momento.
Por eso, ahora, cuando miro sus ojos, brillan la luz de una estrella que ya


ha muerto.










Acoiris.




Tu cabello rojo, reina
que envidia debe tener el cielo,
no sé, pues ya no lo veo
es que tus ojos
ay, tus ojitos, pequeña,
que siempre sean mi espejo.