lunes, 2 de febrero de 2015

Tantos poemas de amor,
donde otra persona era el autor.


La convivencia de mis sentimientos con mi confusión
reinados por el lobo feroz.


Acabó el empezar por el continuar.
Okupé mis piernas, mi vientre, mis labios, mis gemidos...




Me desperté vestida de azul
montada a caballo blanco,
comprendí que debía rescatarme.

Me busqué en mil reinas
cabalgando y tropezando
¿dónde coño estaré?

Frustrada me reflejé y me vi,
sin mirarme,
a él si le vi,
y le miré.

Estaba cansado y triste,
como mi ambición.

Allí le abandoné,
en la libertad.


Anduve, lloré, reí, imaginé,
hablé con las nubes,
comí rosas, tropecé con piedras,
las recogí y se las tiré
(¿a quién?)


Cuando encontré mi lugar
estaba perdida.

Placer de la comprensión incomprendida.

Me desnudé,

me bañé en el océano.


Me subí a un árbol

y me follé.


Me encontré nevando,
e indiferente
continué.








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